Reflexiones al costado de la grieta.


Nuevo ciclo de noticias el fin de semana y la misma pregunta de siempre. ¿Por qué estamos tan mal en Argentina? ¿Qué le pasa a la clase política? ¿Por qué nos plantean qué vamos a votar en vez de decirnos qué vamos a hacer para salir de esta crisis? ¿Cómo se supone que salgamos de aquí? Soy consciente de que estas son auto reflexiones. Esto es un blog y elegí el camino más solitario de expresion en la red. Pero no sé si podría hacerlo de otra manera.

Pensar en la grieta nos lleva necesariamente en dirección al pasado. No hay otra, si la seguís con una lupa,  vas a llegar al momento mismo de la revolución y más allá incluso, a los inicios de la conquista española y con ella el inicio de otro fenómeno: el eurocentrismo.
Porque seamos honestos, o mejor dicho, seamos honestos con nosotros mismos y no nos autoengañemos. Nuestra realidad no depende en gran medida de nosotros. Yo creo que ni un poquito y hay factores geopolíticos que determinan nuestra situación actual. Al respecto tengo un libro sobre la mesa (virtual, porque es un pdf) de Enrique Dussel que tengo pendiente de lectura. Pero me vi muchos de sus videos y es realmente un oxigenador de mentes. 
De todos modos gran parte de los conceptos que expone este autor argentino ya los tenía, desde la antropología, pero no tan detallados, no tan precisos como este autor lo despliega.
Acá en el programa dossier de telesur, vale la pena darle una mirada: >>. Es un filósofo argentino hablando del eurocentrismo que es la clave, creo yo, de nuestra situación.
A ver cómo desarrollo mi idea. Y prometo desembocar en la grieta.
Europa, a la salida de la edad media una región bárbara. Atrasada. Fragmentada y en permanente conflicto se encuentra con un continente para explotar. China un imperio exitoso, que había descubierto las costas americanas aparentemente por sus mapas, nunca se preocupó en ir más allá precisamente por su éxito como imperio.
Europa, con sus barcos, desesperada por encontrar oro para comprar los bienes de China y rutas de comercio hacia el mundo civilizado, a saber: China, y los países musulmanes al este. Todo esto acicateado por la pérdidas de las rutas de la seda clásicas por la caída de Bizancio. Hasta aquí creo que lo voy llevando. Se encuentra con este continente y lo explota hasta su raíz. Lo explota con una barbarie absoluta. De una manera que no hubiesen hecho los musulmanes y mucho menos los chinos que no se dedicaban a la conquista de territorios sino en gestionar el suyo propio.
América se rebela y se emancipa de esa explotación. Pero Europa ya había crecido, miles de toneladas y toneladas de oro y plata les permitió lanzar su desarrollo y de paso arruinar las economías de otras regiones hacia oriente. Pongámoslo blanco sobre negro. Europa crece a partir del pillaje la piratería y el salvajismo de la explotación. Avanzan sobre otras  regiones del planeta más dóciles ya con armas de fuego más desarrolladas: África y el sur de Asia. Por momentos incluso están a punto de deglutirse al mismo imperio Chino. Y Aquí entramos en el eurocentrismo. El imperialismo europeo. La noción de sentirse una raza privilegiada, revolución industrial mediante, cuando en el pasado fueron tribus bárbaras. La noción de ser el inicio y la culminación del desarrollo cultural de la humanidad, cuando la triste realidad es que se trataba de conquistadores enriquecidos por efecto de sus conquistas.
Nuestro país por otra parte, en el momento de su constitución como tal, como una nación cohesionada y definida por una constitución, como un estado de límites claros, se constituye precisamente en el momento de mayor esplendor de ese movimiento eurocentrista, fines del siglo diecinueve. Y eso la define.
Nuestras elites victoriosas en las guerras internas de organización nacional se alinean como nación subordinada y periférica de ese centro europeo: proveedora de materias primas. Y en un principio les va muy bien con eso. Son los tiempos de la argentina potencia. Del aniversario del centenario de la independencia. Aunque el esplendor de esa época se exprese principalmente en la cabeza agroexportadora triunfante. Que ha crecido hipertrofiadamente por la conquista de territorios por medio de genocidio y segregación de los pueblos originarios. Mientras el resto de las provincias, perdedoras de esa puja ven atrofiar y colapsar sus economías por la apertura económica del puerto, completamente funcional al eurocentrismo y con el propósito de convertirla en mercado --no rebelde, y en cambio dócil-- de la potencia hegemónica de ese momento.
Muy bien. Ese modelo colapsa en la primera guerra. Con la caída en desgracia del Imperio al que respondíamos, y la ocupación de su lugar por otra región de occidente, americana, que acentúa el eurocentrismo convirtiéndose en su aliado férreo: EEUU. 
Ahora bien, si las cosas estaban mal para nosotros en esos momentos, al menos para el interior del país y los sectores más populares, no mejorarían con la nueva realineación hegemónica luego de la primera y segunda guerra mundial. Por la competencia en mercados precisamente con el nuevo país hegemónico.
Nuestra elite dominante nunca renunció a la estructura económica que le dio su máximo esplendor, y basta para ello dar una mirada a los castillos y palacios construidos por las familias pudientes de nuestro país, a principios de siglo veinte o poco antes. 
No renunció a ello pese a los intentos de la UCR con YPF y toda la movida hacia una soberanía económica y una economía independiente. Tal vez causal del infame golpe del 30. Tampoco renunció a ese esquema pese a los intentos de Perón y, nuevamente de la mano de un radical con Frondizi.
No renunció a esa estructura económica ¡ni siquiera ahora! Y parece mentira pero la he tenido que escuchar con mis propios oídos a la vicepresidenta Michetti diciendo que nos debemos olvidar de la industria y que debemos asumir nuestro perfil agroexportador.
Cuando lo lógico para el país era asumir la crisis de ese modelo y buscar otras vías de desarrollo de nuestra nación. Todos esos intentos fueron abortados o colapsados al poco nacer, por esa elite dominante. Que insiste una y otra vez en que, si las cosas van mal, nada tiene que ver con que los imperios del norte subsidian la producción de sus materias primas y ahogan, vía FMI o políticas hegemónicas más sutiles, los incipientes desarrollos de industrias que les puedan resultar competitivas.
Pero ese eurocentrismo, castigado incluso como lo está en la actualidad, está seriamente amenazado. Y eso lo voy a poner en un post siguiente.
 Dussel en el programa Dossier.

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